El Pestalotiopsis microspora, aislado en la selva ecuatoriana y ahora replanteado por nuevos estudios de 2024-2025, degrada poliuretano incluso sin oxígeno; laboratorios, startups y organismos internacionales evalúan si esta “solución natural” puede escalar mientras la producción mundial de plásticos supera ya las 450 millones de toneladas anuales.
El hallazgo que reaviva la esperanza
Hace más de una década, un grupo de investigadores halló en la Reserva Yasuní un hongo capaz de alimentarse de poliuretano aun en ambientes sin aire. Fue catalogado como Pestalotiopsis microspora y se convirtió en la primera especie conocida con esta capacidad metabólica. Los trabajos actuales, que combinan biología molecular y secuenciación genómica, confirman que sus enzimas se mantienen estables a temperaturas habituales en vertederos de zonas tropicales.
Cómo “come” plástico un hongo
El Pestalotiopsis libera oxidasas y serin-hidrolasas que rompen los enlaces uretánicos de los polímeros y transforman las cadenas plásticas en compuestos más simples que la colonia convierte en biomasa. La clave es su resistencia a la falta de oxígeno, un entorno donde otras especies no prosperan. Esa particularidad ha llevado a bioingenieros a intentar trasladar sus genes a hongos de cultivo industrial.
Nuevas especies degradadoras
En los últimos años se han descrito varios hongos que atacan distintos polímeros: uno del género Engyodontium afecta al polietileno, mientras una cepa de Fusarium actúa sobre el polipropileno tras un tratamiento con luz ultravioleta. Un proyecto europeo prueba biopilas de residuos mixtos y ya observa reducciones de masa plástica apreciables.
El salto del laboratorio a la calle
Una startup norteamericana comercializa pañales con esporas activadas por la humedad. Su cofundador explica que los hongos llevan milenios descomponiendo la lignina de los árboles y que las moléculas del plástico son similares. Empresas neerlandesas, por su parte, producen envases a base de micelio y desechos agrícolas para sustituir plásticos de un solo uso.
El océano como campo de pruebas
Investigadores insulares aislaron consorcios marinos que degradan polímeros. Muchas de las especies halladas mostraron actividad sobre poliuretano y algunas aceleraron el proceso tras un “entrenamiento evolutivo” en laboratorio. El propósito es llevar estos microorganismos a plantas de tratamiento costeras.
Un problema que crece más rápido que las soluciones
La fabricación mundial de plásticos se cuenta ya en cientos de millones de toneladas y solo una fracción menor se recicla. Si la tendencia continúa, los desechos casi se triplicarán en unas cuantas décadas y buena parte quedará enterrada sin tratamiento. Por ello, la posibilidad de un “devorador biológico” seduce, aunque los especialistas señalan que ningún organismo, por sí solo, resolverá el volumen generado.
Retos técnicos y éticos
Velocidad. Las tasas de degradación actuales obligarían a instalar bioparques enormes para procesar los residuos urbanos.
Seguridad. Liberar hongos modificados conlleva riesgos de dispersión y generación de compuestos intermedios peligrosos.
Costes. Los procesos biológicos siguen siendo más caros que el reciclaje mecánico y dependen de incentivos económicos.
Biodiversidad. Los países amazónicos reclaman que la bioprospección respete los acuerdos internacionales sobre reparto de beneficios.
De la ciencia a la diplomacia ambiental
Los ministros de Medio Ambiente del G-siete respaldaron incluir metas obligatorias de producción y estándares para materiales alternativos en el futuro tratado global sobre plásticos. Empresas del sector del embalaje presionan para que se reconozcan los métodos de degradación in situ, mientras organizaciones conservacionistas insisten en que la prioridad sigue siendo reducir el consumo.
Implicancias para la Amazonia y América Latina
Brasil, Perú y Ecuador albergan una enorme diversidad fúngica. Investigadores de la región negocian con comunidades indígenas para patentar enzimas de forma compartida y evitar la exportación de cepas vivas. Al mismo tiempo, la deforestación amenaza con extinguir especies antes de que puedan ser estudiadas. El debate se amplía: cómo aprovechar un “superhongo” sin repetir la historia del caucho.
Voces para el futuro
“El plástico en el ambiente es extremadamente duradero; encontrar vías biológicas es crucial, pero hay que probarlas con rigor”, resume una investigadora que trabaja con hongos marinos.
“Cuando tiramos algo, nadie se pregunta dónde va. La naturaleza lleva milenios resolviendo ese rompecabezas; aprender su truco puede ser la pieza que falta”, reflexiona el emprendedor detrás de los pañales fúngicos.
Cierre
La foto de una botella invadida por micelio que se viralizó en redes destila optimismo: sugiere que la selva podría digerir el legado plástico de la humanidad. La realidad es más compleja. El Pestalotiopsis y sus “parientes” marinos ofrecen herramientas prometedoras, aunque aún lentas y costosas. Para que la ecuación funcione se necesitan políticas que impulsen la investigación, reduzcan la producción y aseguren que los beneficios de la biodiversidad se compartan con quienes la cuidan. La carrera científica avanza; la carrera contra el plástico va aún más rápido.